• (n) fuerte inclinación hacia los sentimientos, alguien que tiene la capacidad de percibir

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    Bésame,
    cómo si el corazón,
    de repente,
    estuviera formado por dos labios
    que se humedecen con mi recuerdo.

    Tengo unas ganas infinitas de besarte
    que no son correspondidas
    con las ganas de que me beses.

    Creo que lo que tengo,
    son ofertas de besos al por mayor.
    que vendo en subastas de sábado por la noche
    junto a promociones de sexo y amor.

    Quiéreme,
    cómo si la palabra la hubieras encontrado en una bolsa de chucherías
    y yo acabara relamiendo las esquinas,
    con azúcar acumulada.

    Tengo unas ganas infinitas de quererte,
    como si el verbo querer fuera un número
    y los números acabaran en jueves,
    para llegar a fin de semana
    libres de amor, de besos y de nostalgia.

    Creo que lo que quiero
    son noches de hotel
    con olor a las sábanas de tu cuarto.
    Besos de discoteca
    que sepan a rutina de entre semana.

    Fóllame,
    en la oscuridad que nos brinda la soledad de nuestras vidas.
    Fóllame,
    de tal manera,
    que mañana tenga que mañana tenga que limpiar el polvo,
    unas 60 veces.
    Una por cada segundo en el que he perdido la respiración.
    Así tal vez encuentre el norte,
    porque me he perdido,
    uniendo y siguiendo los lunares de tu espalda.
    Quizá así encuentre el amor
    que dejé ahogándose en el vaso de cubata
    apoyado en la barra de la discoteca
    de un sábado a las 6 de la mañana.

    Joder!
    Quiéreme, bésame o fóllame…
    O regálame,
    cuando alguien grite la palabra adiós.
    Quiero ser el premio de consolación
    de todas las despedidas en la cama.
    La mano que lanza la piedra
    y tira a dar,
    donde más duele.
    En el recuerdo de lo olvidado.


    Regálame. 

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