Nunca pensé que esperar la llegada de un tren en el anden
fuera echar de menos una ausencia.
De la misma manera que no sabía
que una ausencia tuviera tantos nombres.
Tampoco sabía que los billetes mensuales
a veces acaban el día 11.
No sabía que esa mañana
no importaría que te dejaras las llaves.
Por eso,
porque no sabía,
ese día me despedí
levantando simplemente los ojos detrás del café.
Hoy empiezo a creerme que hay historias
que empiezan por el final.
Que un día Madrid tuvo mar
y estuvo lleno de sirenas
- varadas -
Que no importan lo lejos que queden las nubes
para saber que en esta estación
hay un pedazo de cielo.
O que hay silencios
que duran 10 años.
Mi pequeño homenaje a las víctimas de aquel día
Ole.
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